domingo, 18 de junio de 2017

El Caballero de Pino Montano

ELQUijote de Pino Montano

Os presento una pequeña aventura que ayuda a entender mejor al personaje del dr. Taylor.



Lunes 12 de diciembre de 2016
--¿Es usted el familiar? –dijo el médico que acababa de entrar en la habitación, mientras hojeaba el carpetón de papeles que traía entre ambas manos.
--Sí, soy Taylor, su sobrino; Raymond Taylor.
--Ah… aquí dice que llamaron al teléfono de la hija, que ahora vive en Londres pero que facilitó el teléfono de un tal Ramón...
--Sí, soy yo... Ramón, Raymond, es lo mismo. --Taylor le tendió la mano.
--Encantado, soy López, cirujano maxilofacial, es una lástima, podríamos haberle salvado las dos piezas dentales a su tío, claro que con el alboroto que se formaría, a saber dónde fueron a parar.
El médico hojeaba las páginas del historial clínico. La habitación se encontraba en una de las plantas más altas del hospital y Taylor podía ver, a través de la ventana, cómo el sol se ponía, en un horizonte urbano que se anaranjaba por momentos. El médico arrugó la frente mientras miraba los papeles del paciente, contenidos a duras penas en aquella gran carpeta blanca. Eran de seis años de contusiones y fracturas diversas.
--En general, su tío está bien --López relajó el gesto, señalando la cama donde el paciente parecía, a tenor de los ronquidos, descansar profundamente--. Ahora mismo está sedado, las heridas no revisten peligro, aparte de lo de la boca, tiene contusiones múltiples, fisuras en varias costillas y un hematoma bastante feo que le afecta al pómulo y globo ocular.
--¡Cabrones! --Taylor elevó la voz, aunque después rectificó--, disculpe, es que… ¡joder!
--No se preocupe, me hago cargo. Es indignante, pero ya pasó todo. Podrá quedarse en esta habitación individual, aquel sillón se tumba entero, por si quiere acompañarle. Estará sedado durante la noche, mañana sobre las 12:00 pasarán los médicos de planta y le darán indicaciones.
Cuando el médico salió, Taylor se acercó a su tío. Junto a la alta cama se elevaba un mástil cromado del que pendía una botella de suero. El gráfico de las pulsaciones subía y bajaba en el monitor de registro, dando sensación de estabilidad. Alberto seguía roncando a muy buen ritmo, la mitad derecha de su rostro parecía relajada y disfrutando de un sueño profundo; la mitad izquierda, amoratada y maltrecha no expresaba otra cosa que hinchazón. Los párpados parecían globos de líquido morado oscuro a punto de estallar, y tanto en el labio superior, como sobre la ceja, se podían observar una cuidadas líneas de puntos de sutura.
--¡Cabrones! --Ramón resopló mientras apretaba los puños--. ¡Joder! --Agarró su móvil, abrió el WhatsApp y tecleó algo.
>>Tu padre está bien, está durmiendo
Al instante recibió una respuesta.
>>Ok, te llamo
La banda sonora de la serie Expedientes X sonó un instante.
--Al habla el dr. Taylor, investigador paranormal, ¿en qué puedo servirle?
--¡No me jodas, Ramón!, ¿cómo está mi padre?, anda, pásame con un doctor de verdad, si puedes.
--Te informo que soy doctor de verdad, aunque no en medicina, pero bueno…
--¡Déjate de tonterías!, ¿como está?
--Está bien, estoy con él, ahora mismo no hay médicos. Mañana pasarán y ya nos dirán algo. ¿Cuándo llegas a Sevilla?
--Mañana a las 9:00 de la mañana, hora española, no he podido encontrar ningún avión más rápido.
--No te preocupes, mañana te recogeré en el aeropuerto.
--Anda, por favor, primo, ¡mándame una foto por wasap!
--No, mejor no.
--¿Por qué?, ¡está mal!, ¿verdad?, ¡mira! --su voz se quebró-- ¡no me mientas!
--No, que no es por eso, es que… verás, está dormido y no hay luz en la habitación, me dijo el médico que necesita reposo. No voy a ponerme ahora con el flash y todo ese rollo. Mañana te recojo prima, tranquila, me quedo con él esta noche. ¿Vale?
--Sí, gracias, muchas gracias… es que… --rompió a llorar.
--Lucía… vamos, no llores prima, que está bien, ya pasó todo. La policía está buscando a esos cabrones: los atraparán. Intenta descansar, mañana te recojo.
Taylor escuchó unos sollozos, tras unos instantes, Lucía interrumpió la llamada.

Martes 13 de diciembre de 2016.
Lucía parecía cansada, en su tez pálida resaltaban dos grandes ojeras que parecían haberse ennegrecido en solidaridad a los moretones de su padre, entró a la habitación acompañada por Taylor. Allí, de pie, y observando al paciente con detenimiento, encontraron a un hombre de unos sesenta años, vestido con bata blanca sobre la que destacaba un rostro redondo con una espesa barba tan blanca como la bata.
El médico de turno en planta había pedido la intervención del jefe de servicios de psiquiatría; él era quien, expediente médico en mano, se dirigió a Lucía.
--¿Es usted su hija, verdad? Hay que tomar una decisión, su padre tiene ya sesenta y siete años, y esa forma de vida no es nada adecuada, más aún pensando que quizá tenga deterioro neurológico.
–¿Qué insinúa?, que quizá…
--No estoy insinuando nada, estos son los datos, su historial médico habla por si solo, no es la primera vez, parece que ha tenido ya varios episodios de violencia.
--¡Sufrido! --Lucía elevó su dedo índice--, querrá decir que ha sufrido episodios de violencia: ¡lo que tienen que hacer es perseguir a los violentos! –Su tono de voz se elevaba, Taylor le acarició un hombro y le hizo señal para que se calmase.
--Sí, bien, eso por descontado –añadió el médico--. Me refiero en general, una vida solitaria e itinerante, de feria en feria, no es la mejor opción, se le nota deterioro físico y desnutrición, estamos a la espera de resultados neurológicos. Admítalo, no puede seguir así.
--Si es que… no puedo... --Lucía comenzó a llorar, mientras miraba hacia la cama, donde su padre seguía postrado, con respiración calma pero sin indicios de despertar. Taylor se le acercó y sacó un paquete de pañuelos de papel de su bolsillo.
--Toma, tranquila.
--¡No puedo más! --Lucía enjugó las lágrimas con el pañuelo de papel--. ¿Creéis que es fácil? --elevó la voz, crispada--. ¿Es fácil tener un padre que va por la vida como un vagabundo… con su caballo? ¡de feria en feria! --se sonó los mocos.
--No, claro, tú… --Taylor le acercó otro pañuelo.
--¿Yo?... ¡yo estoy harta!, de sus locuras y de las palizas que se lleva. ¿Por qué os creéis que me fui a Inglaterra?: porque no puedo verlo así, o mejor dicho, no verlo nunca, haciendo el indio y jugándose la vida… ¿hasta cuándo?
--De eso mismo queríamos hablarle –insistió el psiquiatra-- Lucía, el historial de su padre es preocupante, quizá, siendo usted su única familiar en primer grado, debiera iniciar trámites para incapacitarlo, ingresarlo en alguna residencia, un lugar donde lo traten…
--¿Un manicomio? --su voz se crispó aún más--, ¿es eso lo que me aconseja?, ¡que lo meta en un manicomio!…
--Bueno –el médico dejó el expediente sobre la mesilla y empezó a mover las manos como tratando de explicarlo--. Ya no existen esas instituciones, hablo de una residencia o un piso tutelado, hay buenas experiencias en ese sentido que…
--Mire, ahora mismo, lo que quiero es que despierte, que se cure de las heridas, tengo que hablar con él, denos tiempo, pensaremos algo.
--Sí, claro –el médico agarró de nuevo el historial y se lo colocó bajo el brazo, su mirada se dirigió hacia la puerta--. Tómese su tiempo, la evolución es favorable. Despertará, por supuesto, solo está durmiendo, parece que tenía sueño acumulado. Si cuando despierte se encuentra desorientado, no se preocupen, será efecto de la sedación.
Cuando el Médico salió de la habitación, Lucía se quedó un rato de pie, con los brazos cruzados y recorriendo una y otra vez el breve itinerario que circundaba la aparatosa cama en la que reposaba su padre. Taylor, se incorporó del sillón en el que se encontraba.
--Prima, voy a traerte algo de desayunar, seguro que desde anoche no has comido nada. --Lucía asintió y, en menos de quince minutos, Taylor volvió con una bolsa que colocó sobre una bandeja extraída de la mesilla de noche, bajo el monitor de las pulsaciones, cuyo indicador continuaba subiendo y bajando a base de rítmicos saltitos. Sacó algo más de la bolsa.
–Prima, he traído el periódico.
Mientras Taylor acababa de disponer los vasos desechables y retirar el papel de aluminio de las tostadas, Lucía empezó a hojearlo hasta encontrar una noticia en el apartado provincia:
“Caballero sexagenario agredido en el mercadillo medieval en Gines”.
La policía local detuvo a dos de los agresores y no descarta nuevas detenciones.
Todo ocurrió a las 16:30, durante el popular mercadillo medieval de esta localidad. Según testigos presenciales, un grupo de jóvenes colocó un tenderete sobre el que dispusieron libros, propaganda, y alimentos “solo para españoles necesitados”. Acto seguido, sacaron banderas de estética ultra y una gran pancarta que rezaba “Cruzados por España” y empezaron a gritar proclamas racistas y contra la inmigración.
--”Cuando los vi en ese plan agarré a los niños y nos fuimos a casa”, dice uno de los vecinos del pueblo; otro nos cuenta que, mientras montaban el chiringuito, increparon a uno de los feriantes de origen subsahariano. La policía local intervino rápido, aunque no pudo evitar el incidente. Alberto T.S., un recreacionista histórico asiduo a las ferias medievales, que se encontraba participando en el evento, discutió con ellos y tras recibir un botellazo, tiró de mandoble y, de un sablazo, les desmontó el tenderete. Tras esto, la turba de ultras le cayó encima propinándole puñetazos y patadas hasta dejarlo inconsciente. En posterior intervención policial fueron detenidos dos sospechosos. Según técnicos consistoriales, el puesto no contaba con la autorización pertinente. Fue montado de manera sorpresiva; suponiendo su actividad un grave peligro para la seguridad pública, por lo que presentarán cargos contra los autores, de quienes se indica no son vecinos del municipio.
Respecto al herido, ha sido ingresado en el hospital Virgen del Rocío, de Sevilla, donde se encuentra en observación tras ser intervenido de heridas de diversa consideración que no revisten gravedad. Alberto T.S es un personaje controvertido, admirado por unos, gracias a su tarea de difusión del estilo de vida medieval y criticado por otros, que lo consideran un friki con aires de caballero andante. No es la primera vez que este personaje, conocido como “El Quijote de Pino Montano” se ve implicado en un altercado público.
--Toma, un zumito de naranja y una tostada con jamón: te dará energía.  --dijo Taylor.
Lucía levantó la mirada del periódico y bebió el zumo, tenía el dulzor y la acidez que solo se consigue de las naranjas recién exprimidas.
--Gracias, esto sí que lo echo de menos en Londres.
--¿Qué mirabas?
--Nada, lo de siempre: ya están otra vez con lo del “friki de Pino Montano” dando la nota.
--Bueno, no lo dejan tan mal, hablan de ideal caballeresco… ¡Lo de tu padre es admirable! A mí me encanta cuando habla de hacer el bien a toda costa, defender a la viuda y al menesteroso, batirse por los más débiles...
--¡Venga ya! –Lucía dio otro sorbo al zumo-- Eso lo dices porque sois los dos iguales. Tú con la  furgoneta de doctor Taylor, investigando cosas paranormales… eres tan friki como él. Vale que seas doctor, pero ni Raymond ni Taylor… no cuela, lo tuyo también huele a autoengaño.
--Lo del nombre es para ganar credibilidad: en este país hay mucho descrédito a los nuevos paradigmas de investigación, sin embargo, con un nombre que suene extranjero, la cosa cambia.
--Mira, déjame de paranoias, que con mi padre ya tengo bastante –señaló la cama, donde Alberto seguía roncando-- En lo tuyo no me meto, pero lo de mi padre es puro teatro; se refugia en eso, en el ideal del caballero, en viajar de feria en feria para no afrontar la realidad. ¡Se ha quedado solo!, su hogar está vacío y no lo quiere ver.
--Eso es duro, Lucía, lo sabes, fue muy duro perderla. Tu madre lo era todo para él. --Taylor agarró la mano de su prima, que comenzó a temblar y a sollozar.
--Estoy hecha un lío… lo que ha dicho el médico... ¡quiero lo mejor para él! --Se secó las lágrimas--. Acompáñame, llevo sin fumar casi un año, pero necesito un cigarro.
La salida del recinto hospitalario y la búsqueda de un estanco se convirtió en un paseo que les refrescó la mente. De regreso a la habitación, vieron que Alberto había despertado y hablaba con  un visitante. Un hombre de unos cincuenta años vestido con un traje de dos piezas marrón, era de complexión media, algo gruesa. Destacaba por la cabeza calva, salvo en la zona occipital, donde una franja espesa de cabello castaño se extendía cubriendo de oreja a oreja. Aquel hombre saludó.
--Buenos días, soy el inspector Ortega, de la policía nacional, usted es…
--Lucía, su hija. --Esquivó al policía sin hacerle demasiado caso, agarró las manos de su padre mientras intentaba besarle el perfil bueno.
--Papá, ¿estás bien?
Alberto apretó las manos de su hija y habló, farfullando con dificultad, le tiraban los puntos.
--¡Andariego!, ¿dónde está Andariego?
--No se preocupe --intervino el policía-- Su caballo está bien, ahora mismo lo cuidan en el zoo-sanitario municipal.
--Deja el caballo ahora... --dijo Lucía, acariciando las manos de su padre-- ¿Cómo estás tú?
--Pues bien, niña, ¿no te habrás venido de Londres por esto?
--¡Claro que sí, papá!
--¡Pues mal hecho!, yo estoy estupendamente –su dicción seguía siendo deficiente debido a las heridas, pero el tono sonó enérgico. Movió los brazos intentando demostrar salud, aunque se encogió un poco al notar el dolor en las costillas.
--Pues no te metas en líos.
--No me metí en nada, era cosa de humanidad. El inspector puede decírtelo.
--Bien, sí, yo casi termino ya --intervino el policía repasando las notas que había tomado en su libreta-- Entonces, ¿recuerda alguna cosa más que le dijeran los individuos?…
--Nada más, lo que le dije: cosas como los españoles primero, fuera moros… pero lo peor eran los gestos, empezaron a amenazar a alguna gente, a un muchacho negro de otro puestecillo le dijeron “vete de aquí, súbete a un árbol”, por eso me metí, porque le iban a echar mano.
--Bien es suficiente, creo que se puede calificar como un delito de odio. He dejado sobre la mesilla una tarjeta con mi teléfono, si recuerda alguna cosa más o necesitan algo, no duden en llamarme.
El inspector Ortega salió de la habitación, que quedó unos instantes en silencio. Taylor anotó el número en su móvil. Lucía, agarrada de la mano de su padre, lo miraba con lágrimas en los ojos.
--Papá, casi te matan, no sé cómo decírtelo… creo ya es hora de que dejes de...
Alberto soltó la mano de su hija, utilizando ambos brazos para intentar incorporar su postura. Su mirada se dirigió hacia el horizonte azul que divisaba por la ventana, un azul natural que se filtraba entre los bloques de cemento.
Respiró hondo y pronunció unas palabras que, a pesar de las heridas, sonaron claras:
--Caballero andante he de morir, y Dios me entiende.
Miércoles 21 de diciembre 2016.
--Vaya semanita de hospital --Lucía se mordía las uñas mientras intentaba desayunar en aquel bar, pero no había probado bocado--. ¡Me tiene la cabeza como un bombo! Menos mal que en dos días le dan el alta… aunque no hay nada que hacer.  ¡Es imposible tratar con él!
--Bueno, prima, piensa que quizá es cuestión de aceptar…su forma de vida.
--¡Sus frikadas! --a pesar del jaleo reinante en la cafetería, el grito hizo que el resto de clientes  callasen y se impusiera el silencio. Lucía agarró el servilletero y comenzó a llorar, continuó susurrando entre lágrimas --ya no puedo más, y encima tengo la duda de si pedir su incapacidad…
--Prima, parece que entre vosotros, la posibilidad de diálogo está cerrada, déjame acompañarle unos días, quizá yo…
--¿Tú?, ¿cómo que tú?… mira primo, o mejor dicho, Dr Taylor, creo que no eres el más indicado para meter en razón a mi padre… la cosa está como para juntaros a los dos…
--Yo lo veo de otra manera, quizá mi forma de vida pueda ser algo más cercana y servir de puente para que vuelva a recuperar su vida anterior.
--Mira, te quiero mucho, pero lo de ir por ahí en una furgoneta dándotelas de investigador paranormal es de todo, menos normal.
--No me las doy de nada, tengo el título de doctor y mis enfoques de investigación abarcan paradigmas interpretativos, simbólicos y parapsicológicos, pero el rigor científico está ahí. Quizá si tu padre aceptase elaborar su historia de vida, eso podría servirle para situarse en un marco lógico.
--Lo que faltaba: el doctor parapsicólogo experimentando con el quijote de Pino Montano... eso sí que va a ser para los periódicos. En fin, haced lo que queráis, mi padre dice que no piensa pisar la casa, yo me quedaré unos días y aprovecharé para limpiar, nadie va a echarme de menos en Londres… mucho menos en Navidad.
Diario de investigación del Dr. Taylor. Sevilla a 23 de diciembre de 2016. Se inicia investigación sobre la historia de vida de Alberto T. S. Se han grabado tres horas 45 minutos de entrevista abierta inicial, que serán transcritas en breve, seguiremos recabando información más adelante.
--¡Ramón! --sonaron golpes en la chapa de la furgoneta-- ¡Abre!
Era su tío, tan enjuto y espigado, vestido con un gorro de piel del que colgaban dos orejeras y envuelto en una manta, parecía la viva imagen del caballero de la triste figura. Ramón descorrió la puerta lateral y Alberto entró al habitáculo trasero.
--¡Ah!, esto es otra cosa, sobrino --dijo al notarse reconfortado por la calefacción--, ya empieza a caer relente, me parece que esta noche va a helar.
--No te preocupes, está preparada para acampar, ya verás esta noche lo bien que dormimos, esto que ves aquí –señaló el tablero sobre el que tenía desplegado el portátil, los cuadernos y una grabadora-- pues todo esto se pliega, los asientos también , y todo sirve de plataforma para el colchón.
--Muy bien, lo malo es que nos multen.
--No hay problema, mientras no despleguemos nada fuera. Mucho menos aquí --Señaló el amplio aparcamiento bajo la arboleda a espaldas de la Cartuja-- Esto es todo zona de oficinas y de noche se queda muy tranquilo.
Cenaron de manera frugal, unos frutos secos y queso fresco. Conversaron un poco recordando algunos puntos de la entrevista pero estaban cansados. Taylor recogió los enseres de la cena, transformó toda la parte trasera en una zona acolchada y ofreció un saco de dormir a su tío.
--Mañana seguimos, hay que descansar.
--¡Mañana tenemos que ir a recoger a Andariego! --dijo Alberto, mientras se metía en el saco.
--Lo intentaremos, pero estas fechas los trámites son más complicados. Vamos a intentar dormir.
Taylor abrió los ojos, estaba oscuro, se removió dentro de su saco, buscó su móvil, miró la pantalla, eran las 6:30 de la madrugada, alumbró a su lado: Alberto había desaparecido. Se levantó, encendió las luces. Dio una vuelta a la furgoneta alumbrando con una linterna. <<¡Joder!>>. No había nadie.
Tecleó en la pantalla de su móvil, al segundo tono le contestaron.
--Policía Nacional, Ortega al habla.
--Disculpe la hora, inspector, es urgente, ¡se ha fugado!: soy Ray… Ramón, sobrino de Alberto el…
--Ya, ya sé quien eres, no te preocupes por la hora, ya me despertaron a las tres unos compañeros de patrulla. Tu tío está bien, lo han llevado a su casa, con su hija.
--Pero… ¿qué ha pasado? ¿Qué ha hecho esta vez?
--Tranquilo, nada malo, léelo por la mañana en el periódico. Y ahora déjame echar una cabezadita, que entre unos y otros me estáis quitando la vida. --Colgó el teléfono, Taylor marcó el número de su prima pero no obtuvo respuesta. Tecleó en su móvil, buscando alguna noticia digital.
El Quijote de Pino montano cabalga de nuevo.
Una menor de edad hospitalizada.
Alberto T. S. tristemente famoso hace unos días por recibir una paliza en una feria medieval, se encuentra recuperado. Durante la pasada madrugada, apareció con extraño atuendo y gritando improperios en una zona de “botellón” de las inmediaciones de la Cartuja. Algunos de los jóvenes  le pidieron fotografías. Pero el “Quijote de Pino Montano” se fijó en una chica que estaba sentada en el suelo, inconsciente apoyada contra una papelera. Ninguno de sus compañeros de juerga parecía dar importancia a su estado, fueron los gritos de alarma de Alberto los que alertaron a otros grupos, que avisaron a los servicios sanitarios. La chica, menor de edad, se encuentra en estado grave tras sufrir un coma etílico.
El teléfono empezó a vibrar, había una llamada entrante.
--Primo, tenía el móvil en silencio. ¡Qué movida! Mi padre quiere que te avise para que vengas esta noche. Dice que la chiquilla esa le ha recordado mucho a mí y quiere que pasemos más tiempo juntos. También me ha dicho que tenemos que salir ahora a comprar un pavo y no sé qué más.

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