Os presento una pequeña aventura que ayuda a entender mejor al personaje del dr. Taylor.
Lunes 12 de diciembre de 2016
--¿Es usted el familiar? –dijo el
médico que acababa de entrar en la habitación, mientras hojeaba el carpetón de
papeles que traía entre ambas manos.
--Sí, soy Taylor, su sobrino;
Raymond Taylor.
--Ah… aquí dice que llamaron al
teléfono de la hija, que ahora vive en Londres pero que facilitó el teléfono de
un tal Ramón...
--Sí, soy yo... Ramón, Raymond,
es lo mismo. --Taylor le tendió la mano.
--Encantado, soy López, cirujano
maxilofacial, es una lástima, podríamos haberle salvado las dos piezas dentales
a su tío, claro que con el alboroto que se formaría, a saber dónde fueron a
parar.
El médico hojeaba las páginas del
historial clínico. La habitación se encontraba en una de las plantas más altas
del hospital y Taylor podía ver, a través de la ventana, cómo el sol se ponía,
en un horizonte urbano que se anaranjaba por momentos. El médico arrugó la
frente mientras miraba los papeles del paciente, contenidos a duras penas en
aquella gran carpeta blanca. Eran de seis años de contusiones y fracturas
diversas.
--En general, su tío está bien
--López relajó el gesto, señalando la cama donde el paciente parecía, a tenor
de los ronquidos, descansar profundamente--. Ahora mismo está sedado, las
heridas no revisten peligro, aparte de lo de la boca, tiene contusiones múltiples,
fisuras en varias costillas y un hematoma bastante feo que le afecta al pómulo
y globo ocular.
--¡Cabrones! --Taylor elevó la
voz, aunque después rectificó--, disculpe, es que… ¡joder!
--No se preocupe, me hago cargo.
Es indignante, pero ya pasó todo. Podrá quedarse en esta habitación individual,
aquel sillón se tumba entero, por si quiere acompañarle. Estará sedado durante
la noche, mañana sobre las 12:00 pasarán los médicos de planta y le darán
indicaciones.
Cuando el médico salió, Taylor se
acercó a su tío. Junto a la alta cama se elevaba un mástil cromado del que
pendía una botella de suero. El gráfico de las pulsaciones subía y bajaba en el
monitor de registro, dando sensación de estabilidad. Alberto seguía roncando a
muy buen ritmo, la mitad derecha de su rostro parecía relajada y disfrutando de
un sueño profundo; la mitad izquierda, amoratada y maltrecha no expresaba otra
cosa que hinchazón. Los párpados parecían globos de líquido morado oscuro a
punto de estallar, y tanto en el labio superior, como sobre la ceja, se podían
observar una cuidadas líneas de puntos de sutura.
--¡Cabrones! --Ramón resopló
mientras apretaba los puños--. ¡Joder! --Agarró su móvil, abrió el WhatsApp
y tecleó algo.
>>Tu padre está bien, está
durmiendo
Al instante recibió una
respuesta.
>>Ok, te llamo
La banda sonora de la serie
Expedientes X sonó un instante.
--Al habla el dr. Taylor,
investigador paranormal, ¿en qué puedo servirle?
--¡No me jodas, Ramón!, ¿cómo
está mi padre?, anda, pásame con un doctor de verdad, si puedes.
--Te informo que soy doctor de
verdad, aunque no en medicina, pero bueno…
--¡Déjate de tonterías!, ¿como
está?
--Está bien, estoy con él, ahora
mismo no hay médicos. Mañana pasarán y ya nos dirán algo. ¿Cuándo llegas a
Sevilla?
--Mañana a las 9:00 de la mañana,
hora española, no he podido encontrar ningún avión más rápido.
--No te preocupes, mañana te
recogeré en el aeropuerto.
--Anda, por favor, primo, ¡mándame
una foto por wasap!
--No, mejor no.
--¿Por qué?, ¡está mal!,
¿verdad?, ¡mira! --su voz se quebró-- ¡no me mientas!
--No, que no es por eso, es que…
verás, está dormido y no hay luz en la habitación, me dijo el médico que
necesita reposo. No voy a ponerme ahora con el flash y todo ese rollo. Mañana
te recojo prima, tranquila, me quedo con él esta noche. ¿Vale?
--Sí, gracias, muchas gracias… es
que… --rompió a llorar.
--Lucía… vamos, no llores prima,
que está bien, ya pasó todo. La policía está buscando a esos cabrones: los
atraparán. Intenta descansar, mañana te recojo.
Taylor escuchó unos sollozos,
tras unos instantes, Lucía interrumpió la llamada.