Tomo prestadas dos palabras del Alemán: Heimweh (nostalgia del hogar) y Fernweh
(nostalgia del viaje, añoranza de lo lejano).
Es ese segundo tipo de nostalgia el que yo siento con
respecto a Galicia. Me gusta viajar, pero nunca he sentido la nostalgia de
repetir destino salvo cuando se trata de Galicia.Y es que por mucho que en Galicia
se repita destino, nunca se repetirá viaje. Mis recuerdos de cada uno de ellos se
funden como entre esa niebla mística tan propia de la terra galega.
Retazos de mi primer viaje en época de estudiante, después
vendrían peregrinajes más duros, por los Caminos de Santiago: Francés, Primitivo,
Mozárabe, todos ellos confluyendo en una tierra que conduce hasta el final de
la tierra. Caminar entre santos cristianos y
piedras celtas, misas de peregrino y queimadas,
iglesias obra de hombres y playas que ellas solas se convierten en catedrales,
autovías y corredoiras. Caminar y morir en a Costa da Morte, una y otra vez y entre viaje y viaje el Fernweh que no cesa.
Y de cuando en cuando un aguijón: la mirada de un gallego que
te interroga en silencio “¿peregrino o turigrino?”…Y es que al tiempo que el
paisaje Gallego se ofrece abierto, espectacular y exultante a todos, no pasa lo
mismo con el “paisanaje gallego”. El gallego se cuida, se hace valer. Sobre eso
anécdotas miles: si en un bar preguntas “¿para comer algo rápido?”… la paisana
te responde, como lo hizo Carmiña en el Miramar de Fisterra: “si quieres comer con prisas este no es el lugar”. Y es que parece que en Galicia el ser cliente
no te da automáticamente la razón. La barrera de entrada al paisanaje gallego
es alta, y puede ser chocante para el recién llegado, pero una vez superada se
puede disfrutar de la más pura autenticidad.
Se
pueden conocer entonces otras cosas: la vida cotidiana de trabajo duro y el
valor que confiere este pueblo a la laboriosidad: traballo, traballo, hasta
en momentos de ocio ¡traballo!:
hacerte una casa en el campo (y mantenerla),
cultivar tu huertecito, hacerte tu propio vino: “es un poco ácido pero
me gusta” me decía el abuelo Toñito al tenderme el caldo con matices avinagrados
fruto de sus desvelos… son tantas y tantas las cosas que me hacen sentir Fernweh de Galicia. Hasta el punto de
permitirme un toque de humor gallego, ese tan prolijo en juegos de palabras: no
siento Fernweh, ¡siento GALIZAWEH!
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