–Somos dos tíos fuertes ¿a que
sí? -miraba al niño, que le devolvía unos ojos acuosos
enmarcando un puchero contenido.
– Sí, pero tengo miedo. -Su voz
temblaba, al igual que sus muslos rígidos con solo pensarlo.
–No pienses en eso.
Todo discurría dentro del orden
preceptivo. Había llegado Joel y estaba esperando. El olor a
cordero asado llegaba desde fuera inundando la habitación. El
murmullo crecía.
Hizo un gesto a Joel al tiempo que
acariciaba paternalmente la mejilla del niño.
– Vamos, será solo un momentito.
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