Serpiente en el abrevadero, imagen de Juan R. Lascorz |
Alfonsito era prometedor,
el partido le había encargado comunicarlo en la rueda de prensa. Se
miró al espejo antes de comparecer, ajustándose el nudo de la
corbata y repasando su pelo engominado. Como de costumbre, no miró
sus ojos en el espejo.
Entró en la sala de
prensa con paso impostado, periodistas acreditados le clavaban la
mirada, mientras él , sin mirar a nadie, repasaba en su mente el
guión. Activó el micrófono y comenzó:
-Muy buenos días, son
tiempos de crisis, y estos tiempos reclaman líderes capaces de
decisiones innovadoras y eficaces. Este proyecto de ley permitirá
recaudar por nuevos conceptos que anteriormente no soportaban
gravamen alguno. Se trata del impuesto por besos y abrazos en público.
Ante el revuelo en la sala Alfonsito moduló la voz.
- Por favor, no
hagan juicios de valor, se trata de una medida justa y social. Nadie
estará, per sé, obligado a pagar, quien quiera evitar pagar el
impuesto podrá hacerlo con el simple hecho de abstenerse de besar
en público -entre el murmullo se pudo escuchar la palabra dictadura-
Señores y señoras, respeten el orden constitucional: se trata, ya
lo he dicho, de una medida voluntaria y progresiva, sensible con los
que menos besan: se gravarán más los tipos de besos con lengua y
habrá gravámenes especiales para morreos y toqueteos, por lo que,
en justicia: ¡pagará más, quién más morree!
El besode Rodin, imagen de Materthron |
Se abrió el turno de
preguntas y un joven reportero, con un ojo morado, levantó el brazo
que no tenía escayolado.
-Señor Alfonso, para
Parla-Press, ¿cuando entrará en vigor la nueva norma?
-Tenemos prevista su
implementación por procedimiento de urgencia en los próximos días.
La rueda de prensa acabó
ahí, los periodistas comenzaron a besarse entre ellos, algunos se
aventuraban con morreos y se tocaban, en aquellas partes
en las que los moratones cosechados en el ejercicio de su profesión
se lo permitían. Ya era tarde, había sido retransmitido y
retuiteado en directo.
Alfonsito salió de la
sala ruborizado, espantado, vio a la recepcionista del hotel fundida
en un beso romántico con el botones. En la puerta, el segurata se
morreaba con una camarera, a la que sostenía en volandas agarrada
por el culo, mientras ella le abrazaba la cintura con las piernas.
Abrió la puerta de un taxi, y en su interior encontró a dos taxistas
intercambiando caricias íntimas.
Al final todo quedó en
un globo sonda, Alfonsito fue dimitido y nunca nadie le besó.
Está simpático el Cuento. Un Beso.
ResponderEliminarMuchas gracias, intento inspirarme a pesar de la situación actual. Repartamos cientos de abrazos y besos ahora que todavía nos salen gratis.
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