miércoles, 2 de abril de 2014

Relato: Nuevo impuesto

relato sobre impuesto de besos
Serpiente en el abrevadero, imagen de Juan R. Lascorz
Alfonsito era prometedor, el partido le había encargado comunicarlo en la rueda de prensa. Se miró al espejo antes de comparecer, ajustándose el nudo de la corbata y repasando su pelo engominado. Como de costumbre, no miró sus ojos en el espejo.

Entró en la sala de prensa con paso impostado, periodistas acreditados le clavaban la mirada, mientras él , sin mirar a nadie, repasaba en su mente el guión. Activó el micrófono y comenzó:

-Muy buenos días, son tiempos de crisis, y estos tiempos reclaman líderes capaces de decisiones innovadoras y eficaces. Este proyecto de ley permitirá recaudar por nuevos conceptos que anteriormente no soportaban gravamen alguno. Se trata del impuesto por besos y abrazos en público.
Ante el revuelo en la sala Alfonsito moduló la voz.
- Por favor, no hagan juicios de valor, se trata de una medida justa y social. Nadie estará, per sé, obligado a pagar, quien quiera evitar pagar el impuesto podrá hacerlo con el simple hecho de abstenerse de besar en público -entre el murmullo se pudo escuchar la palabra dictadura- Señores y señoras, respeten el orden constitucional: se trata, ya lo he dicho, de una medida voluntaria y progresiva, sensible con los que menos besan: se gravarán más los tipos de besos con lengua y habrá gravámenes especiales para morreos y toqueteos, por lo que, en justicia: ¡pagará más, quién más morree!

Relato sobre besos e impuestos
El besode Rodin, imagen de Materthron

Se abrió el turno de preguntas y un joven reportero, con un ojo morado, levantó el brazo que no tenía escayolado.
-Señor Alfonso, para Parla-Press, ¿cuando entrará en vigor la nueva norma?

-Tenemos prevista su implementación por procedimiento de urgencia en los próximos días.

La rueda de prensa acabó ahí, los periodistas comenzaron a besarse entre ellos, algunos se aventuraban con morreos y se tocaban, en aquellas partes en las que los moratones cosechados en el ejercicio de su profesión se lo permitían. Ya era tarde, había sido retransmitido y retuiteado en directo.

Alfonsito salió de la sala ruborizado, espantado, vio a la recepcionista del hotel fundida en un beso romántico con el botones. En la puerta, el segurata se morreaba con una camarera, a la que sostenía en volandas agarrada por el culo, mientras ella le abrazaba la cintura con las piernas. Abrió la puerta de un taxi, y en su interior encontró a dos taxistas intercambiando caricias íntimas.

Al final todo quedó en un globo sonda, Alfonsito fue dimitido y nunca nadie le besó.

2 comentarios:

  1. Está simpático el Cuento. Un Beso.

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  2. Muchas gracias, intento inspirarme a pesar de la situación actual. Repartamos cientos de abrazos y besos ahora que todavía nos salen gratis.

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