Queridos lectores/as os comento una experiencia muy interesante, casi una revelación que he sentido en la práctica de la escritura creativa.
Cómo desde hace unos años, el mes de noviembre supone para
mí algo especial: es el mes en el que se celebra el Nanowrimo, o lo que es lo
mismo: mes nacional de escritura de novela. Se trata de un maratón literario,
donde cada participante es compelido a redactar un primer borrador de novela
con la extensión mínima de 50.000 palabras.

Parece mucho, pero, al igual que un maratón deportivo, es
asequible con entrenamiento y preparación psicológica previa. En mis tres primeras participaciones
no llegué a la meta de las 50.000 palabras, aún así me sirvieron mucho para
generar buenos textos que posteriormente puliría. En las dos últimas
participaciones sí que he llegado a escribir las tan ansiadas 50.000 palabras.
Al grano ¿Qué ha ocurrido durante el maratón? Pues
simplemente he sentido lo que metafóricamente se puede llamar “el segundo
aliento”. Los corredores de maratón dicen que cuando uno se inicia en la
cuestión de correr se siente asfixiado, falto de fuerzas, pero que cuando llega cierto momento de
práctica, aparece los que se llama “el
segundo aliento” una especie de respiración que no cuesta trabajo hacer y que
de hecho sucede de manera tan natural que parece más bien, que es ella la que
te respira a ti, tus pesares se acaban y terminas la carrera.
Es eso precisamente lo que me ocurrió en este pasado maratón
literario: uno se autolimita pensando en que no llega a esa ansiada meta diaria
de las 1667 palabras, la redacción se hace eterna, sin embargo, a
fuerza de práctica, te das cuenta que poco a poco cada vez cuesta menos
sentarte cada día y escribir, hasta que,
en algún momento la premura pierde fuerza y aparece el disfrute. No importan ya
las cuentas de números. El segundo aliento aparece y es la novela que estás
escribiendo la que parece escribirte a ti. Así se llega a la meta y 50.000 palabras
parecen pocas.
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