Os comento un viaje a la Capella dos Ossos, capilla de los huesos, situada en el convento Franciscano de la portuguesa ciudad de Évora.
Nos ossos que aquí estamos polos vossos esperamos: los huesos que aquí estamos por los vuestros esperamos.
Nos ossos que aquí estamos polos vossos esperamos: los huesos que aquí estamos por los vuestros esperamos.
Esta es la leyenda que nos espera a la entrada de la capilla de los huesos, un lugar sobrecogedor. Es una capilla compuesta por huesos humanos apilados, muros compuestos de fémures apilados, columnas de cráneos, arcadas de costillas...
Entrar en ella sobrecoge y hace pensar en la impermanencia, en lo efímero que es esta vida. Es un lugar construido por los franciscanos, muy cerca de su sala capitular, donde posiblemente hacían velar al profano antes de iniciarse novicio en la orden. Si una visita corta conmueve, una vigilia completa ha de tener efectos conmovedores. Un tema interesante en la vida monacal: la vanitas de la que previenen los cristianos o la impermanencia que comentan los monjes orientales: todo pasa, y de nuestras vidas, penas y glorias solo quedan vestigios desvencijados, en ocasiones apilados clamando que tarde o temprano nuestros cuerpos serán polvo y nada más.
Un lugar muy singular y una visita muy aconsejable, para entrar, meditar y salir con la lección aprendida. Quien se pare a observar con detenimiento encontrará una clave en una bóveda: un ave fénix con la leyenda non moriar sed vivam: no moriré sino que viviré.
Tras la estancia en esta capilla de huesos se puede salir al mundo a disfrutar cada segundo de nuestra valiosa vida, para saborear el mundo en su totalidad y para contribuir llenándolo con nuestro calor y alegría, compartiendo lo mejor de nosotros, de nada sirve el mal humor ni las historias egocentricas, al final iremos todos al lugar donde un montón de huesos nos esperan.
Es una capilla tetrica pero a la vez curiosa, que bien colocaitos los huesos uno tras otros... como en la serie BONES... jijijij
ResponderEliminarpienso que es posible hacer orificios pequeños en una tibia y despues tocar en él musica para celebrar la belleza, la alegria y el amor de nuestra vida.
ResponderEliminarEl anonimo se llama Fabrice de Francia :-)
Querido Fabrice, gracias por comentarlo, me has ayudado a recordar que en mi viaje a Daramsala, en los Himalayas Indios, vi a monjes budistas que tenian flautas, rosarios, cuencos etc. compuestos por huesos humanos, precisamente para eso: recordar continuamente la fugacidad de la vida y, de ese modo celebrar, disfrutar y aportar belleza al mundo.
ResponderEliminarSaludos.
Me ha gustado mucho el post, las reflexiones filosóficas y el resto del blog.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Carlos.